Catalina Barcena
CARGANDO

CATALINA EN EL TEATRO

La revolución del teatro

Catalina Bárcena, el epílogo del grito

 Catalina Bárcena fue mucho más que una simple intérprete, reconocida como una de las mejores actrices teatrales de todos los tiempos junto a figuras como Margarita Xirgu y María Guerrero. Ella hizo lo que nadie esperaba: revolucionó la manera de interpretar.

 

Si por algo hoy Catalina sigue siendo recordada entre los profesionales de la actuación es porque ella y solo ella fue el auténtico “epílogo del grito”. Fue aquella que se atrevió a contradecir a su propia maestra, María Guerrero, quien le exigía que gritara en el escenario. Catalina respondió, con su voz plateada: “Disculpe, señora, pero en mi casa me han dicho que gritar es de mala educación.”

 

Ese gesto de rebeldía marcó el inicio de un cambio profundo en la interpretación teatral. Apostó por un estilo que se alejaba del dramatismo exagerado de la época para buscar la verdad más absoluta en cada emoción. Estudió hasta la extenuación cada gesto, cada movimiento, logrando transmitir emociones con una precisión milimétrica. Su voz, clara y cristalina, y su cuerpo, ágil y expresivo, se convirtieron en herramientas que utilizaba con maestría para conectar con el público.

 

Catalina Bárcena fue mucho más que una gran actriz; fue una pionera que renovó la escena española, abriendo el camino para las nuevas generaciones de actores y actrices. Incluso, antes de la guerra, existió una academia de actores y actrices llamada Catalina Bárcena. Su legado sigue vivo en las tablas de nuestros teatros, recordándonos la importancia de la innovación y la autenticidad en la interpretación.

 

La relación de la Bárcena con el público fue especial. Cautivó a los espectadores de una manera definitiva y leal. Su capacidad para conectar con las emociones del espectador la convirtió en una actriz muy querida. Sus interpretaciones fueron intensas y conmovedoras, y lograron traspasar la barrera que separaba al actor del público. Además, su belleza y su elegancia la convirtieron en una figura icónica, admirada por muchos. De la mano de Gregorio Martínez Sierra, renovó la escena teatral para siempre con una versatilidad que la llevó a explorar otros registros, desde la comedia más ligera hasta el drama más intenso.

María Guerrero

1906 - 1911

Inicios en el teatro

En 1905, Catalina Bárcena tenía 16 años. Junto a su hermana mayor, Luisa, coqueteó con la idea de ser actriz. Durante unos meses, entró en la compañía dramática de Juan Robles y María Santoncha, dando sus primeros pasos en el mundo del teatro.

Ese mismo año, Catalina y sus padres asistieron a una fiesta organizada por el escritor José María de Pereda en Polanco. En ella, coincidieron con personajes ilustres como Benito Pérez Galdós, Marcelino Menéndez Pelayo, José Estrañi y María Guerrero, quien en ese momento estaba de gira en Santander. Fue allí donde Catalina se atrevió a leer unos versos de Bécquer, sorprendiendo a los presentes con su talento.

 

Desde el primer momento, María Guerrero distinguió en la joven cántabra a una prometedora actriz. Sin dudarlo, la invitó a visitarla en el teatro para hacerle una prueba, marcando el inicio de una carrera que cambiaría su vida.

 

Así lo relató Catalina:

“La señora Guerrero, a quien le hice una visita para suplicarle que me aconsejara, me recomendó que estudiara un monólogo; lo estudié, fui a verla una tarde al Español… Y todavía cuando recuerdo la aventura me echo a temblar. Se había concluido uno de los últimos ensayos de una obra importante y estaba la sala casi llena. Y con la sala casi llena, delante de autores, literatos, críticos y periodistas, me rogó la señora Guerrero, que recitara el monólogo. ¡Lo que yo sentí, Madre Santísima de Dios!… La muchachita de Lebeña recitando en el primer escenario de España y ante el público más inteligente de Madrid… La pobre muchachita exponiéndose a morir de vergüenza, si fracasaba… Pero como era preciso tener valor, porque hacía falta trabajar, la muchachita tuvo valor.”

 

El monólogo, escrito por Narciso Díaz de Escobar, era un texto extremadamente difícil. Catalina tuvo que interpretar a una ingenua, una anciana, una chulapa, una tonadillera y una madre que había perdido un hijo. Este desafío fue un reflejo temprano de su capacidad y versatilidad como actriz.

Catalina a los 18 años

Catalina en Santander con 18 años

María Guerrero

María Guerrero

María Guerrero, la maestra

Meses después, Catalina Bárcena ingresó en la compañía más conocida del país: la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. Al principio utilizó el nombre de Julia Bárcena, aunque muy pronto volvió a usar su nombre definitivo: Catalina.

La primera obra que representó fue Daniel, de Joaquín Dicenta, en el Teatro Español. Poco después, Catalina sustituyó a una de las actrices por enfermedad en El genio alegre, interpretando el personaje de Coralito. Su actuación fue tan destacada que María Guerrero la nombró dama joven de la compañía.

El 2 de noviembre de 1907, la compañía desembarcó en La Habana, marcando la primera gira internacional de Catalina. En algunas publicaciones se comentó que la joven actriz fue la protagonista de la temporada teatral por su naturalidad, demostrando su talento y consolidando su lugar en la compañía.

Durante cuatro años, Catalina perfeccionó su oficio bajo el manto de una de las actrices más grandes de la historia del teatro español. Junto a María Guerrero, representó decenas de obras como Doña María la Brava y En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo Marquina, o La flor de la vida, de los hermanos Álvarez Quintero.

El 3 de marzo de 1911, en el teatro de la  Princesa, María Guerrero puso en cartel Primavera en otoño. Esta obra fue la primera en la que Catalina interpretó un personaje principal en una creación de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra.


Quizás fue Gregorio y su creciente influencia en la vida de Catalina, o tal vez, que la grandeza de Catalina ya no tuvo cabida en un mismo escenario con otra grande como María Guerrero. Lo cierto es que el éxito y los elogios por su interpretación en Primavera en otoño atrajeron la atención de Cándido Lara. Este empresario teatral quiso contar con ella para su teatro.

En agosto de 1911, Catalina Bárcena abandonó la compañía de María Guerrero para convertirse en primera actriz del teatro Lara, uno de los principales escenarios de Madrid. Con apenas cuatro años dedicados profesionalmente al teatro, Catalina ya comenzaba a brillar con luz propia.

1904-1910
De Cuba a Santander
El gran descubrimiento
Primer matrimonio

Primera actriz del Lara

1911 - 1916

Cuatro temporadas en el Lara

La trayectoria profesional de Catalina fue meteórica. En apenas cuatro años de dedicación al teatro, se convirtió en la primera actriz del Teatro Lara, un logro extraordinario en el ámbito teatral. Con tan solo 23 años, ya era considerada una actriz imprescindible en los escenarios.


Los triunfos de Catalina en el Lara fueron constantes,
y su nombre aparecía en la prensa día tras día. El Teatro Lara, construido en 1879 por Cándido Lara, fue un espacio que albergó importantes estrenos del siglo XX, como Los intereses creados, de Jacinto Benavente o El amor brujo, de Manuel de Falla. Con Catalina en el reparto, casi todos los estrenos se convirtieron en éxitos seguros, incluso si algunas obras no eran del gusto de los críticos.


En esta etapa, Catalina asentó su estilo interpretativo y asumió con gran dedicación la responsabilidad de ser primera actriz. Sin la observación constante de María Guerrero, pudo desplegar su naturalidad, que se convirtió en una marca indiscutible de su arte.


Durante este tiempo, protagonizó casi todas las obras de teatro de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, consolidando su vínculo profesional con ambos.


Además, estrenó y representó numerosas obras de otros autores, como La losa de los sueños, de Jacinto Benavente o Flor de los pazos, de Manuel Linares Rivas. Obra tras obra, Catalina se afianzó como una de las mejores actrices de la escena española.

 

Enrique Borrás

En 1915, Enrique Borrás asumió la dirección de la compañía del teatro Lara hasta el final de la temporada. Por aquel entonces, el actor ya negociaba con Gregorio Martínez Sierra la posibilidad de montar una compañía propia.

El 30 de junio de 1915 falleció Cándido Lara. Ante la posibilidad de que los mejores actores y actrices se dispersaran hacia otras compañías, Borrás y Martínez Sierra decidieron acelerar la creación de su nueva compañía. Catalina Bárcena, Irene Caba, Manuel Collado y Jesús Tordesillas aceptaron unirse al proyecto, consolidando un elenco de gran calidad.

El 18 de septiembre de ese mismo año, la nueva compañía se presentó en el teatro Novedades de Barcelona, con Catalina como primera actriz y Gregorio Martínez Sierra como director artístico.

Durante 1915, con Bárcena y Borrás liderando el reparto y Martínez Sierra como director artístico, llevaron a cabo una de las giras teatrales más importantes y exitosas por Cataluña que se recuerdan en la historia del teatro.

1910-1915
Su primer hijo
Relación con Gregorio
Una mujer adelantada

Compañía Gregorio Martínez Sierra

1916 - 1930

Teatro de Arte

En 1916, en el Teatro Eslava, se inauguró uno de los proyectos teatrales más innovadores y revolucionarios del primer tercio del siglo XX: el Teatro de Arte.

Este proyecto propuso una forma de concebir el teatro alejada de los cánones del siglo XIX. El Teatro de Arte introdujo una puesta en escena más real y atractiva. Se buscó en los actores y actrices una interpretación más natural, similar a la que ya se practicaba en los mejores teatros de Europa. Nadie mejor que Catalina Bárcena podía liderar este alejamiento del grito y del dramatismo afectado.

El 22 de septiembre de 1916, la compañía de Gregorio Martínez Sierra presentó El Reino de Dios en el Eslava, una obra escrita por Gregorio y María Lejárraga, con Catalina como protagonista.

Gregorio como director de escena y Catalina como su primera figura convirtieron al Teatro Eslava en un espacio dedicado al Arte en mayúsculas. Catalina tuvo la oportunidad de interpretar no solo las obras de los Martínez Sierra, sino también un repertorio amplio y maravilloso que incluía a autores nacionales e internacionales, clásicos y modernos: Shakespeare, Ibsen, Chéjov, Shaw…

Especial mención merece María Lejárraga, no solo como autora, sino también como colaboradora clave en la conformación del Teatro de Arte. Su papel fue esencial, especialmente en las obras que realizaron junto a músicos como Turina, Falla o Usandizaga.

Los años en el Eslava

Durante los casi diez años en los que Gregorio Martínez Sierra dirigió el Teatro Eslava, se llevaron a escena más de cien obras, muchas de ellas protagonizadas por Catalina Bárcena. Entre los títulos más destacados figuran El pavo real, Pigmalión, Casa de muñecas y La dama de las camelias.

Catalina viajaba de una obra a otra con una facilidad pasmosa. Aunque Gregorio tendía a encasillarla en un tipo de personaje muy reconocible, la actriz demostró su capacidad para controlar cualquier registro, recibiendo críticas admirables por su versatilidad.

La pareja también abrió el camino a nuevos valores españoles. Entre ellos se encontraba un joven dramaturgo granadino, Federico García Lorca, a quien conocieron en junio de 1919 en Granada. Gracias a ellos, Federico pudo poner en escena su primera obra, El maleficio de la mariposa, con Catalina y La Argentinita como primeras actrices.

El 17 de octubre de 1924, Gregorio, como empresario, reafirmó su vínculo profesional con Catalina. Ella firmó un contrato con la compañía hasta el 30 de junio de 1928, consolidando su posición como actriz principal y símbolo del Teatro Eslava.

Todo comenzó en París

A finales de 1925, Gregorio Martínez Sierra decidió llevar a su compañía de gira por el extranjero. En octubre, se presentaron en el Théâtre Fémina de París. Las crónicas teatrales de la época compararon a Catalina Bárcena con figuras legendarias como Eleonora Duse y Sarah Bernhardt, un reconocimiento extraordinario para la actriz.

Tras ese triunfo internacional, la compañía regresó al teatro Eslava, donde estrenaron obras como Susana tiene un secreto y Mary, la insoportable, ambas de Honorio Maura y escritas, una vez más, a la medida del talento de Catalina.

En febrero de 1926, la compañía dejó el Eslava para iniciar una larga gira por Europa y América, con Catalina como primera actriz. Un detalle curioso es que el contrato de arrendamiento del Teatro Eslava pasó a Margarita Xirgu, marcando un relevo simbólico en la escena teatral española.

El 13 de mayo de 1926, la compañía de Martínez Sierra, con un equipo de treinta personas y veinte toneladas de material, se embarcó en Barcelona en el Conte Verde con destino a Buenos Aires. En junio, en el teatro Odeón de Buenos Aires, estrenaron El corazón ciego.

La gira continuó con más estrenos destacados: Canción de cuna, El reino de Dios, Torre de marfil, La chica del gato, El pavo real, La dama de las camelias y Pigmalión. A lo largo de tres meses, Catalina lideró con su voz y presencia la mayoría de las obras representadas en Buenos Aires, consolidando su prestigio en América Latina.


Durante esta etapa, Fernando, el hijo de Catalina, que ya tenía 17 años, se unió a la gira. Actuó junto a su madre bajo el nombre artístico de Fernando de Toledo, marcando un momento especial en la vida personal y profesional de la actriz.

El triunfo sin fronteras

La compañía visitó Uruguay, Chile, Perú, Panamá, Costa Rica y Cuba, hasta llegar a Nueva York, donde representaron en castellano Canción de cuna en el Forrest Theatre de Broadway, del 1 al 15 de mayo de 1927.

Tras un año sin descanso, regresaron a España. En septiembre de ese mismo año, 1927, embarcaron en el Cristóbal Colón rumbo a México, donde representaron El Reino de Dios, en el Teatro Regis.

De nuevo, iniciaron una gira a bordo del vapor Monterrey rumbo a Cuba. Luego visitaron San Juan de Puerto Rico, Caracas, Santiago, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Rosario, Montevideo y Río de Janeiro. Esta intensa actividad consolidó su prestigio internacional, pero dejó a Catalina completamente exhausta.

A su regreso a España, realizaron una temporada en Tenerife y otra en Gran Canaria, continuando con su éxito en las islas.

En 1930, la compañía llevó a cabo una gira por España. Ese año, estrenaron una obra escrita por los hermanos Álvarez Quintero especialmente para Catalina: la conocida Mariquilla Terremoto.

La última obra que Catalina estrenó en España antes de su exilio fue Triángulo. En aquel momento, nadie podía prever que la actriz tardaría dieciocho años en volver a pisar un escenario en su país.

1916-1936
Katia y su éxito

Teatro en Argentina

1939 - 1947

El exilio forzado

El exilio llegó a la vida de Catalina Bárcena en octubre de 1936. Junto con Gregorio Martínez Sierra y una pareja amiga, Arturo Serrano, empresario teatral, y la actriz Isabel Garcés, abandonó España. Toda la fortuna amasada durante casi treinta años se perdió: la casa, con todos los objetos de valor, y los almacenes, con miles de libros, desaparecieron bajo los bombardeos.

Tras pasar tres años en Orán, Juan-les-Pins y París, Catalina y Gregorio se vieron obligados a viajar a Argentina en busca de trabajo. Allí, coincidieron con otras figuras del exilio, como Margarita Xirgu y Lola Membrives, ampliando la red de artistas que compartían su misma situación.

En Buenos Aires, Catalina formó una pequeña compañía junto a dos viejos y queridos amigos también exiliados: Josefina Díaz Artigas y Manuel Collado Montes. Por su parte, Gregorio fue contratado por la compañía de Enrique Muscio como director artístico.

La compañía debutó en el teatro Solís de Montevideo, en mayo de 1940, con el nombre de Compañía Bárcena-Díaz-Collado. Entre las obras que estrenaron estuvieron Los hombres las prefieren viudas, firmada por Martínez Sierra, e Idilio en el quinto piso, de Louis Verneuil. Estas producciones marcaron el esfuerzo constante de Catalina por mantenerse activa a pesar de las dificultades del exilio.

Seriales radiofónicos

 Poco después, Catalina creó otra compañía con Ricardo Galache, otro actor habitual de la compañía de la Xirgu. A lo largo de 1941 y 1942 representaron obras ya conocidas, como MamáMary, la insoportableLos hombres las prefieren viudas y Enamórate y verás, del escritor húngaro Melchior Lengyel, en cuyas historias se basó Ernst Lubitsch para sus películas Ninotchka y Ser o no ser.


La última vez que Catalina Bárcena representó una obra de teatro en Argentina, en realidad, la última vez que actuó fuera de España, fue en octubre de 1941 en el Teatro París de Buenos Aires.

Finalmente, Catalina dejó el teatro y se dedicó sobre todo al “radioteatro”, también conocido como seriales teatrales, con la Red Argentina de Emisoras Splendid S.A. Desgraciadamente, todo ese material se perdió en un incendio.

1937-1947
La Guerra Civil
El largo exilio
Vuelta a España

La última gira

1948 - 1954

La ansiada vuelta

Catalina y Gregorio regresaron a España el 16 de septiembre de 1947, tras once años de exilio. Sin embargo, Gregorio falleció quince días después. Ambos habían regresado con la idea de crear una nueva compañía para recorrer España y emular las giras que realizaron años atrás.

 

A pesar de la pérdida de su compañero, Catalina creó la Compañía Cómico Dramática Gregorio Martínez Sierra, en homenaje a quien había sido su socio profesional y personal.

 

El regreso de Catalina a los escenarios españoles fue todo un acontecimiento. Su primera presentación tuvo lugar el 20 de mayo de 1948 en el Teatro de la Comedia de Barcelona, donde ofreció un repertorio que conocía a la perfección: Pigmalión, Mamá, Sueño de una noche de agosto, Ángela María y Corazón ciego.

 

Poco después, inició una pequeña gira por el norte de España, visitando ciudades como Santander y Bilbao. Finalmente, el 7 de octubre, Catalina volvió a Madrid. Se cuenta que, cuando apareció en el escenario entre las penumbras, el teatro se vino abajo con la ovación del público. Madrid había echado muchísimo de menos a una de sus actrices más queridas.

 

Cuatro intensos años sin Gregorio

Durante cuatro años, Catalina recorrió España con su compañía, asumiendo múltiples roles: actriz, directora de escena y empresaria. Llevó un repertorio variado, pero sin olvidar las obras que habían marcado su carrera: Primavera en otoño, Mary, la insoportable, Mariquilla terremoto, Mujer… Eso sí, algunas de estas obras fueron revisadas por la censura franquista.

Siguiendo la estela de Gregorio, Catalina ofreció oportunidades a dramaturgos locales y también introdujo novedades del extranjero. En cuanto a la ideología, un tema delicado en la España dictatorial, Catalina alternaba entre obras como Paño de lágrimas, de José María Pemán, escritor asociado al régimen franquista, y otras como No tiene importancia, de Valentín Moragas Roger.

Tras más de cuarenta años dedicados al teatro, si algo caracterizaba a Catalina, además de su talento interpretativo, era su extraordinario olfato para descubrir nuevos valores actorales. Por su compañía pasaron algunos de los actores y actrices que se convertirían en figuras imprescindibles de la escena española: Encarna Paso, María Asquerino, Adolfo Marsillach, Julia e Irene Gutiérrez Caba, Gracita Morales, Amparo Soler Leal y Ana María Ventura.


Catalina también dio una oportunidad a su hija Katia,
quien debutó el 22 de diciembre de 1948 con Cincuenta años de felicidad, una comedia del francés Marcel Achard. Sin embargo, salvo algunas apariciones esporádicas, Katia abandonó pronto la escena.

La despedida

Catalina disolvió su compañía en junio de 1952. Estaba agotada, y su problema de oído le impedía trabajar con la profesionalidad que ella misma se autoimponía.


El 11 de septiembre de ese mismo año, Catalina representó algunos cuadros de Triángulo en el teatro María Guerrero junto con su hija Katia, en un pequeño homenaje a Gregorio en el aniversario de su muerte. El 22 de octubre, también de manera excepcional, interpretó Paño de lágrimas, de Pemán.


Tras estas breves apariciones, solo volvió a subirse al escenario dos veces más. En 1954, acudió a la llamada de sus jóvenes amigos, Luisa Sala y Manuel Collado hijo, para reaparecer brevemente en el Teatro Infanta Isabel, interpretando a Miss Mabel. También tuvo un pequeño papel en La leyenda de una vida, una adaptación de una obra de Stefan Zweig, realizada por su hija Katia. A partir de ese día, Catalina no volvió a actuar nunca más.


Cincuenta años después de iniciar su carrera, Catalina se despidió de lo que había sido su maravillosa e increíble trayectoria profesional.


Se retiró sin mirar atrás, cansada y deseando pasar el resto de su vida en la oscuridad del anonimato, rodeada de sus hijos, sus gatos, sus plantas y sus recuerdos. En 1972, recibió el Premio Nacional de Teatro, un merecido reconocimiento a su legado. Sin embargo, nunca más se supo de ella hasta el 3 de agosto de 1978, día de su fallecimiento.

La nueva compañia
El ansiado retiro
La rueda de la vida
El último adiós
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